El 16 de abril de 2007, Seung-Hui Cho, un estudiante con antecedentes psiquiátricos graves, perpetró una de las masacres más letales en la historia de EE.UU. en el campus de Virginia Tech, asesinando a 32 personas antes de suicidarse. Cho había sido diagnosticado con trastornos mentales y declarado judicialmente “un peligro para sí mismo y para otros”, pero aun así logró comprar armas legalmente. Su comportamiento alarmante fue advertido por docentes, pero no se tomaron medidas efectivas para evitar la tragedia.
Dieciocho años después, la serie británica Adolescencia retoma el tema del sufrimiento juvenil ignorado por el mundo adulto. La ficción narra el caso de un adolescente acusado de asesinato y pone el foco en el abandono emocional al que muchos jóvenes son sometidos. La serie, aclamada por la crítica, plantea interrogantes sobre la salud mental, el bullying y la ceguera institucional ante señales evidentes de malestar.
La masacre de Virginia Tech expuso graves fallas del sistema: falta de comunicación entre la universidad y servicios médicos, demoras en alertar sobre los primeros disparos, y un control deficiente en la venta de armas. A pesar de reformas posteriores en protocolos de seguridad, la tragedia dejó una huella profunda y un llamado urgente a escuchar, mirar y actuar frente al dolor adolescente.