El gobierno de Javier Milei atraviesa su momento más crítico. La estrategia de confrontación y radicalización liderada por el propio Presidente y su hermana Karina Milei ha provocado el aislamiento del oficialismo, el debilitamiento de sus operadores políticos clave —como Santiago Caputo y Guillermo Francos—, y la ruptura con gobernadores y sectores dialoguistas.
Santiago Caputo ha sido desplazado del centro de decisiones, vinculado además a causas judiciales por presunto contrabando y operaciones oscuras. Mientras tanto, sus seguidores digitales (“Fuerzas del Cielo”) intensifican ataques incendiarios en redes, pidiendo incluso medidas antidemocráticas.
El conflicto con los gobernadores se agravó cuando el Senado aprobó una serie de leyes sociales (jubilaciones, discapacidad, moratoria, fondos para provincias) con amplio respaldo opositor y parte del PRO, dejando en evidencia la pérdida de poder del Ejecutivo. El intento de presión mediática a través de Alejandro Fantino fracasó y generó internas en el oficialismo.
La figura de Victoria Villarruel, vicepresidenta, se consolidó como disidente dentro del oficialismo, al permitir la sesión clave del Senado y mostrarse independiente, lo que provocó una reacción furiosa del entorno presidencial, especialmente de Karina Milei y Patricia Bullrich.
Además, el escándalo de las valijas no revisadas, el caso Libra y los vínculos con servicios de inteligencia aumentan la tensión política y judicial dentro del oficialismo.
En definitiva, el gobierno de Milei se encuentra atrapado en una espiral de confrontación, aislamiento político y caos interno. La pérdida de operadores confiables, la ruptura con aliados clave y el avance legislativo opositor dejan al Presidente sin margen de maniobra. La estrategia de radicalización y los ataques a los otros poderes del Estado han generado un escenario de crisis institucional y política sin precedentes desde el inicio de su mandato.