Actualmente, el Costo Financiero Total (CFT) de un préstamo personal en Argentina puede superar el 200% anual, a pesar de que la inflación proyectada ronda el 25%. Esta disparidad se explica por varios factores:
Las tasas de interés nominales de los préstamos rondan el 70%, pero al sumar impuestos como IVA e Ingresos Brutos, el CFT se dispara, los plazos fijos en pesos ofrecen tasas del 30-32%, lo que genera un amplio spread (diferencia entre tasa activa y pasiva) que favorece a los bancos.
A pesar de cierta normalización macroeconómica, los bancos mantienen altas tasas debido al riesgo percibido, falta de confianza en las proyecciones de inflación y la necesidad de mantener rentabilidad en un entorno con liquidez restringida, en contrapartida, los plazos fijos en dólares superan el 5% anual, incentivando la captación de divisas por parte de los bancos.
La intermediación financiera, potenciada por este spread, se convirtió en uno de los sectores que más impulsó la actividad económica reciente. Se destaca que el sistema financiero está ajustando sus tasas lentamente: en mayo hubo una baja del 6,5% en préstamos personales, mientras las tasas de plazo fijo se mantuvieron.
En conclusión, la persistencia de altos costos financieros para los préstamos personales, incluso con una inflación en baja, se debe a una combinación de impuestos, percepción de riesgo, y estructuras regulatorias que aún no se adaptan a la nueva coyuntura. Para que las tasas bajen de forma significativa, se necesita: mayor estabilidad macroeconómica y confianza en las proyecciones de inflación, revisión de la carga impositiva sobre los créditos, aumento de la liquidez del sistema financiero.
En ese contexto, es probable que las tasas continúen descendiendo gradualmente en la medida en que la economía se estabilice y mejore la confianza del mercado.