Mientras el Congreso del peronismo parece avanzar en la unidad, por debajo gana voltaje una interna en la que reina la desconfianza.
La política se mueve entre internas y pactos, entre la disputa por las lapiceras y el reparto de poder real. En el PJ, la tensión entre Axel Kicillof y La Cámpora dejó de ser silenciosa y expone una pelea por el control del territorio bonaerense. En paralelo, los gobernadores avanzan en el Congreso con leyes para asegurarse fondos frente al ajuste libertario. En ambos frentes, subyace la misma lógica: blindarse frente a las decisiones discrecionales del oficialismo nacional. Mientras tanto, en silencio, el PRO terminó de sellar su alianza institucional con La Libertad Avanza (LLA).
Después de meses de gestos, actos compartidos y refriegas calculadas, el pacto quedó sellado en términos institucionales, tal como había anticipado Ámbito. No es solo una sociedad de gobierno: es una alianza de construcción política donde manda LLA. Lista violeta, sello y control de las listas. Hay reparto de poder, de cargos, y, sobre todo, de apoderados. El detalle no es menor: como en la provincia de Buenos Aires, los apoderados son llave y cerrojo. Lo sabe el PRO, lo sabe también Axel Kicillof.
El gobernador bonaerense también juega su interna con la mira puesta en la lapicera. Necesita consolidar su control territorial para evitar que La Cámpora —y Máximo Kirchner— le armen las listas en los distritos. Por eso, su búsqueda de apoderados en el PJ bonaerense no es una anécdota jurídica, sino una estrategia política. El conflicto con La Cámpora ya dejó de ser silencioso. Nadie lo niega, pocos lo dicen. Pero dentro del peronismo la tensión es audible.

Lejos de pacificar, el calendario electoral en las provincias aceleró las disputas. Kicillof intenta nacionalizar su figura. Mientras tanto, La Cámpora atiende su juego. Nadie habla de ruptura, pero todos la temen. En privado, varios intendentes ya anticipan escenarios de desdoblamiento de hecho: listas paralelas, sellos alternativos, fuego amigo.
No obstante, en el plano formal, el Congreso del PJ dio muestras de querer avanzar hacia una unidad, más por necesidad que por deseos. Mientras se debate el nombre “Peronismo” para la alianza, habrá cuatro delegados que comandarán las negociaciones claves en función de la estrategia proselitista: la vicegobernadora Verónica Magario, el ministro Gabriel Katopodis y los intendentes Mariel Fernández y Federico Otermin. Los primeros, por Kicillof. Los segundos, por La Cámpora.
El Congreso del PJ celebrado este sábado fue un acto institucional. No mucho más. La única expectativa en el Movimiento Derecho al Futuro del gobernador respecto a la cumbre era, en la previa, “que no haya una emboscada”. Es que la tregua por la detención de Cristina fue apenas eso. O, como se explicó en este mismo espacio, una foto que no coincide con la película.
La película tuvo nuevas escenas en estos días, y en La Plata creen que la estrategia de Máximo es empujar a Kicillof a la ruptura. El domingo pasado, en la capital bonaerense, se concretó la cumbre entre Kicillof, Máximo Kirchner y Sergio Massa, los tres vértices del triángulo llamado Unión por la Patria. Pero hubo gestos que incomodaron y fueron, antes que nada, indicios. Ejemplo: los amagues de Máximo a retirarse de la reunión ante ciertos pedidos, o incluso amenazas de renuncia. Otro ejemplo: la locación del acto, que iba a ser en La Matanza (gobernada por Fernando Espinoza, cercano a Kicillof) y terminó realizándose en Merlo (donde administra Gustavo Menéndez, quien responde al kirchnerismo).
También hay diferencias respecto a la elección de candidaturas y al eje de campaña. En cuanto al primer punto, esperan que una mesa colegiada unja a los de mejor imagen, sin amiguismos. En cuanto al segundo, mientras el ala K apunta a centralizar en la figura de Cristina, en el MDF proponen que el eje de los discursos sea contra Milei.
En paralelo, los intendentes camporistas volvieron a reclamar que el gobernador dé marcha atrás con el desdoblamiento electoral, un hecho que, a dos meses de ir a las urnas, sería un papelón institucional. Por más que, con el diario del lunes, la tesis de Cristina haya sido acertada: la elección bonaerense jamás se puede provincializar.
Como sea, la piedra angular serán los apoderados. Lo saldó en la vereda de enfrente Cristian Ritondo en la negociación con Sebastián Pareja. Contar con un apoderado evita sorpresas. De otra forma, solo queda confiar en un mundo en donde el que duerme es cartera, como dice el saber popular. “¿Cómo vas a ir a un acuerdo político si no podés poner apoderados? El 19 de julio a las 23:59 te meten las listas que quiere Máximo. Él dice que ese sistema siempre funcionó bien y la convence a Cristina de eso, pero ella nunca participó de los cierres”, decía a Ámbito un ministro bonaerense.
En cambio, sí hay consenso en dejar que los intendentes propios sean los dueños de las listas para los Concejos Deliberantes en sus distritos. Acuerdo general tanto en el PJ como en el eje LLA–PRO. Los jefes municipales, claro, también necesitan blindar su propia gobernabilidad.